Entrevista con gustavo Bolivar
Gustavo Bolívar:
'No creo en la suerte,
sólo existe el talento'
Presentación
Agallas, eso es lo que le sobra al libretista Gustavo Bolívar. Quien empezó vendiendo banderas en los alrededores del estadio El Campín, de Bogotá, y ahora es dueño de una pista de kartismo y un hotel, todavía en construcción, en la cundinamarquesa Girardot, ciudad en la que nació hace 39 años.
Pero lo más sorprendente de todo es que Gustavo Bolívar no construyó su patrimonio para retirarse del mundo prematuramente y vivir de la renta, sino para entregarse por completo a su verdadera pasión: la literatura. Oficio que lo atrapó a los 14 años, cuando escribió una novela de 400 páginas, mamotreto que al cabo del tiempo terminó por convertirse en el guión de 'El precio del silencio', serie de televisión que en el 2002 marcaría un hito en audiencia.
Como hito fue también su hasta hoy más célebre trabajo: 'Pandillas, guerra y paz', un alucinante viaje al fondo de la delincuencia juvenil.
Y ahora el descarnado realismo de Bolívar agita una vez más el avispero televisivo por cuenta de su nuevo seriado 'Sin tetas no hay paraíso', basado en su novela homónima, y que revela la manera como el narcotráfico desnaturalizó y pervirtió la percepción de la imagen femenina. Una imagen que los traficantes de drogas convirtieron en una mercancia más, a merced de sus caprichos y vicios.
Por otro lado, la telenovela, al igual que el libro, denuncia sin tapujos la promoción de un prototipo de mujer que terminó por seducir a toda una sociedad y que encontró su máxima expresión en el Reinado Nacional de la Bellleza.
Inspirada en hechos y personas de la vidas real, 'Sin tetas no hay paraíso' lleva a cabo una audaz puesta en escena que refleja el fin de los valores tradicionales que hasta los años 70 habían imperado en Colombia, a cambio de una conducta desenfrenada en la cual la consecución del dinero fácil irrumpe como el fin más preciado.
Ante el atractivo de un ascenso social automático, buena parte de las mujeres colombianas encontraron en la intervención de su propio cuerpo y en la prestación de sus servicios sexuales una fórmula infalible para modificar del todo sus precarias existencias.
Deslumbradas por el dinero fácil, optaron por complacer a sus potenciales favorecedores a cambio de vender su dignidad, integridad y seguridad.
Pero lejos del arrepentimiento y el propósito de enmienda, no pocas mujeres colombianas de todas las condiciones sociales anhelan vivir en el paraíso por cuenta del primer Padrino que se les atraviese.
Más allá de las tetas, Bolívar extrae la silicona que involucra una larga cadena social, económica, publicitaria e industrial que se mueve alrededor de la muy peculiar estética mafiosa. Es decir, la legalidad al servicio de las veleidades de los patrones de la delincuencia.
Exhibidas como trofeos de caza, las damas de compañía de los narcotraficantes, que ayer se pescaban entre los estratos más populares, hoy se hallan a la orden del día entre los sectores más exclusivos y poderosos del país.
La situación femenina en Colombia, crítica y feroz, es en muy buena medida el objeto de indagación del anti paraíso de Bolívar.
Entrevista
¿Cuál fue el pacto que hizo con un profesor para graduarse?
Tenía 19 y sabía que iba a perder el año. Así que hablé con Jaime Rodríguez, el profesor de matemáticas, y le dije que su materia no me iba a servir para nada, porque yo quería ser escritor y necesitaba graduarme para estudiar periodismo.
¿Qué dijo el profesor?
Acordamos que yo asistiría a sus clases, él me pondría siempre seis y, mientras tanto, yo le organizaba las fiestas del colegio. Hice una a mitad de año con los 'Nada qué ver' y otra con los 'Tupamaros'.
¿Por qué no se perdía partido en El Campín?
Iba allá con un amigo a vender banderas. Las estuve vendiendo durante cinco años y con lo ahorrado me matriculé en la Universidad de La Sabana, para estudiar Comunicación Social.
¿A quién le debe su cercanía a la literatura?
A la profesora de español Lucía Murcia, a quien no veo hace 15 años. Por ella le encontré sentido a la poesía. Me hizo leer a Rubén Darío. De su colegio me expulsaron, pero por ella amo la literatura.
¿Cómo surge la novela 'Sin tetas no hay paraíso'?
Llegué a Pereira a dictar una conferencia. Se me acercó una joven llamada Catalina y me dijo que le gustaría entrar a la televisión. Yo le contesté que primero hay que estudiar y me respondió que qué pereza, que Fulanita no había estudiado y tenía camioneta, casa y dinero. Quedamos en que me llamaba.
¿Qué pasó?
Catalina llamó y me dijo que venía con su amiga Yésica porque se iban a hacer operar el busto. Yésica me contó que ella ya se había hecho intervenir por un cirujano a cambio de favores sexuales. Pero el tipo le había puesto siliconas usadas que la infectaron. Regresé a Pereira y vi a Catalina sin silicona. Me dijo que se la había quitado porque el peso le estaba desprendiendo la piel del esternón. Estaba en decadencia y tenía que esperar dos años para volverse a operar y ser, otra vez, querida por los narcotraficantes. ¿Qué disparó la venta del libro Una entrevista que me hizo Julio Sánchez Cristo disparó la venta a cinco mil ejemplares y los piratas también hicieron su trabajo. Un día en una esquina me ofrecieron el libro.
¿En qué consistió el enfrentamiento con Héctor Abad?
En una columna él se refería a los hampones que han escrito la historia de Colombia a través de sus libros como Popeye, Carlos Castaño y me metió a mí en la colada. Yo permito que de mi libro digan lo que sea, pero de mi nombre no.
¿Cómo entró a la televisión?
Escribí una crónica sobre la relación entre Diomedes Díaz y su amante muerta. Alguien me propuso llevarla a la televisión. La persona que la estaba adaptando empezó a fantasear mucho y dije que nos podrían demandar. Entonces me dijeron que hiciera los libretos, que aprendí a hacer leyendo los de Bernardo Romero Pereiro. Así surgió 'El Cacique y la Diosa'.
Pero antes de todo eso su vida era una odisea, ¿no?
Salí a buscar trabajo como reportero y en la redacción me colgaban las notas. Luego hice trabajos para noticieros de televisión, pero me pasó lo mismo porque no se puede tocar a nadie. Como me gusta la denuncia me puse a escribir un libro sobre cómo se roban las elecciones en Colombia. Me conseguía las actas, los documentos, todo. Eso me cambió la vida.
¿Por qué?
Porque mandé al carajo la reportería y me puse a escribir el libro sobre Diomedes durante ocho meses. El último capítulo lo escribí con la luz cortada y sin teléfono. No salía a la calle. Ni siquiera me asomaba a la ventana por temor a que vinieran a cobrarme el arriendo. Le ofrecí la crónica a editorial Panamericana, me dieron un adelanto y después vino la televisión.
¿Por qué 'Pandillas, guerra y paz' tuvo tanto éxito?
A la programadora no le gustó la propuesta, pero me autorizaron para hacerla. Escribí dos capítulos. Luego cuatro. Luego fueron 26 y duró seis años y medio. Fuimos muy realistas y fieles a la situación de pandillas del sur de Bogotá. Conocí a algunos de sus líderes e incorporamos a la serie a muchachos que habían pasado por esas circunstancias.
¿Qué anécdotas especiales recuerda?
Nos llamaban pandillas de verdad porque veían que en la serie se hacían desarmes y creían que era cierto. Entonces adelantamos programas de paz y reconciliación en Bogotá. Y en un capítulo uno de los protagonistas se postulaba para edil y resultó elegido en la realidad porque encontró apoyo en sectores de la capital que pensaban que era una aspiración auténtica.
¿Cuál es su rutina a la hora de escribir?
Antes de sentarme a escribir doy muchas vueltas. Me meto al baño y leo todo el periódico. Reviso las llamadas que tengo pendientes. Desconecto el teléfono. A veces pongo música y oígo las noticias por la radio. Soy capaz de escribir tres libretos al tiempo. O una novela y dos libretos. He tenido hasta 200 personajes en la cabeza. Cuando escribo me olvido de la paga, los problemas y las deudas.
¿Qué tal para la rumba?
Mi rumba es sana. No fumo. No bebo. No trasnocho.
Y, ¿le madrugó a la paternidad?
Antes de graduarme de bachiller ya tenía dos hijos con mi novia del colegio. Oscar Iván, que hoy tiene 21 años, y Susana, de 20. Vivía en la casa de mi novia hasta que se opuso a que yo estudiara periodismo porque su familia quería que me hiciera cargo de su restaurante.
¿Cómo le fue después?
En el 97 conocí a Sonia y con ella tuve a Santiago, que hoy tiene 8 años y es mi vida. Con el niño hice el curso completo y me fue bien. Pero a los cuatro años me separé de Sonia. La culpa es mía porque cuando estoy trabajando me olvido de todo. Y ahora está de novio Sí, de la actriz Linda Baldrich. Tiene 19 años y llevamos dos saliendo. La conocí en 'Pandillas' y ahora está en 'Juego limpio'. Es muy inteligente, viajamos, no es de rumbas, la lleva muy bien con mis hijos. Ojalá le dure… Yo soy mejor como ex novio y ex esposo. De ahí en adelante lo que quiera. Por ejemplo, a mis dos ex mujeres ya les di su casa.
¿Cree que la suerte ha intervenido en su vida?
Para mí la suerte no existe. Existe la disciplina, el talento y la persistencia para tocar puertas. Y creo en Dios. No hay proyecto infalible, pero si uno hace un buen trabajo no tiene porqué fracasar.
¿En qué radica su optimismo?
En que cuando emprendo un proyecto lo visualizo como un éxito, le hago control de calidad y si a mi mamá no le gusta, entonces no persisto.
FIN
0 Comments:
Post a Comment
<< Home