En tablas: el glorioso delirio de Sebastián Ospina

Bolívar expira en ‘Agonía, entre el amor y la muerte’
(Foto: Carlos Duque)
Monólogo apasionado, libertario y al borde del abismo
Ahí va Sebastián Ospina. Desafiante y soñador como siempre. Con las patillas largas, la cabellera gris, la mirada distraída y una barba de tres días. Da una vuelta por los alrededores del Teatro Libre del Centro, allá arriba, en el colonial barrio bogotano de La Candelaria. Entra. Mira desapacible la cola de espectadores y se dirige a la sala en oscuras. Sube al escenario y allí se transforma en el papel más ambicioso de su dilatada carrera. Al fin y al cabo son 40 años de actuación.
Frente al auditorio se enfunda un uniforme de oficial del ejército independentista. Toma un sable. Empuña una pluma. Escribe poéticas cartas inflamadas de pasión. Abomina a Colombia y Venezuela. Criaturas infames. Arremete contra Santander, Obando y Mosquera por sus deslealtades y traiciones. Llora la miserable muerte del Mariscal Sucre: “el más digno de mis generales”. Cede ante la enfermedad y la muerte. Pero antes del fin, como al principio, evoca a Manuelita: “Ven, Manuela, que es la una y siete minutos de la tarde y yo acabo de morir y estoy amando”. Bolívar expira en la misma silla en que se sentó Ospina antes de desaparecer para resucitar a Bolívar.
Son los últimos 10 segundos de vida del Libertador. Recobrados a lo largo de hora y media de un épico soliloquio, de una pieza esencial para la escena teatral, que jamás se había ocupado de dramatizar al más dramático de los héroes latinoamericanos. Y todo a media luz y ambientado por temas clásicos de la partitura nacional: desde ‘Marcha para los funerales del Libertador’, ‘La vencedora’ y ‘Sinfonía albores musicales’, de Santos Cifuentes, hasta composiciones como ‘Platitud’, de Guillermo Gaviria, y ‘Cantata Parvulus Filius’, de Amparo Ángel.
Se trata de ‘Agonía, entre el amor y la muerte’, un sueño que a Ospina le llevó algo más de año y medio hacer realidad. Obra que hace un mes el actor estrenó en Bogotá, bajo la dirección de Sandro Romero Rey y cuyo guión es una adaptación teatral realizada por el mismo Ospina de la novela ‘La agonía erótica de Bolívar, el amor y la muerte’, del escritor payanés Víctor Paz Otero.
Fascinado por las historias de amor que se desbordan y conmueven a las sociedades, Ospina entendió que la de Bolívar y Manuelita era la más grande que haya conocido Colombia.
De manera que el melodrama llegó en el momento menos esperado pero más oportuno, porque lo cierto es que Sebastián Ospina estaba un poco aburrido de la vida y andaba buscando algún papel para teatro, pues por lo visto las oportunidades en televisión se le agotaron.
O más bien fue la televisión la que se quedó sin propuestas a la altura del caleño, memorable por sus actuaciones de Julián Moscote en ‘Tiempo de morir’ y José Antonio Galán en la serie ‘Los comuneros’.
En la memoria del intérprete todavía resuenan las palabras que su director de actuación en Estados Unidos le dijo que había dicho Al Pacino al final de un ensayo de ‘Un lugar limpio y bien iluminado’ de Ernets Hemingway, y en la cual Ospina hacía de mesero y le decía a su interlocutor de tablas que no podía cerrar el local porque aún había alguien tomando un café.
Alguien que a punto había estado de suicidarse y que si estaba allí era porque había ido en busca de un lugar limpio y bien iluminado y que ese lugar existía para gente como ese hombre, abandonado, roto y desesperado.Las palabras que dijo Al Pacino, quien asistió al ensayo de la pieza de Hemingway, y que luego el director de actuación le contó a Ospina fueron: “ese tipo es un actor”.
Como sea, Ospina, con esa figura de medallón decimonónico y 60 años a cuestas, ya no parece el más atractivo para interpretar a los sanguinarios protagonistas de la postmodernista verdad sicarial y traquetera de Colombia.
Así que recorriendo las estanterías de la Feria del Libro de Bogotá, del año pasado, se encontró con su viejo amigo, el escritor Paz Otero, quien le mostró el segundo tomo de su tetralogía novelada sobre el Libertador
Escrita en primera persona, Ospina se acordó de que un monólogo era lo que esperaba hacía tiempos para volver a las tablas y bajar el telón de su trayectoria con una obra romántica y memorable.Pero no sólo Ospina estaba tras las huellas de Bolívar. El espíritu del hombre de las dificultades también le seguía la pista al actor desde hace 20 años, aunque no habían encontrado la forma de cruzar sus pasos.
La espera, sin embargo, valió la pena porque el gran mérito de Ospina consiste en haber humanizado el mito, en despojarlo del yeso y el bronce conmemorativos para revelar las entrañas de un hombre superior a su tiempo y destinado al abismo por la enormidad de sus ideales.
En Venezuela, el éxito de ‘Agonía’ fue tan arrollador que el Museo de Arte Moderno de Caracas invitó a Sebastián Ospina para que representara su monólogo en sus instalaciones y se diera el lujo de ser el primero en montar una obra de teatro en una de las pinacotecas más importantes del mundo.
Ya frente al absorto auditorio, Bolívar es el trágico y desengañado hombre de sueños más grandes de lo que el mundo puede ofrecer. Y Ospina, el intérprete de un glorioso delirio.
Entrevista
¿Encarnar a Bolívar ha sido su desafío más grande?
Sí, porque me atreví a hacer un monólogo, me atreví a tener la pretensión de pensar que yo solo puedo sostener el espectáculo y que soy tan buen actor que lo puedo lograr. Entonces, decidí mantener la atención sobre mí, captar la concentración del público y sobre todo entretenerlo. Para mí el teatro es entretenimiento. El teatro no es una conferencia política trascendental sobre lo divino y humano, sino un medio de reflexiva diversión.
¿Qué pretende con su monólogo?
Que la gente pase una noche inolvidable con el Libertador. Quiero que la gente conozca a ese mito, pero bajo un ropaje distinto al del metal de las estatuas y al de los relatos inmaculados de los textos de Historia. Mi Bolívar no es un personaje por allá del Olimpo de los inmortales. Es un hombre quizás soberbio, quizás, a veces, obsesionado con su gloria, que quería pasar a la Historia como Napoleón y Alejandro Magno, como una figura imperecedera.
¿Qué momento exacto recoge Agonía?
La obra recoge los últimos meses de vida del Libertador, que van desde el destierro de la Nueva Granada, ocurrido el 8 de mayo de 1830, hasta que muere en San Pedro Alejandrino, el 17 de diciembre del mismo año.
¿Cuál fue la imagen que lo animó a asumir el papel?
La imagen de un hombre agonizante, enfermo, cuyo cuerpo se está disolviendo en la sucia nada como dice en la obra. Aquí, Bolívar es un hombre traicionado, abandonado, solitario, despedazado y con sus sueños desbaratados. Cuando muere dice: estoy viejo, enfermo y cansado. Esa no es una frase para alguien de 47 años, que le entregó tanto a sus sueños, a sus deseos de gloria. Y a esa edad está acabado y tuberculoso.
Sin embargo, es un enamorado de la vida…
La estructura de la obra es circular. Bolívar empieza sentado en una silla evocando el primer encuentro con Manuela, magia que se dio a través de la danza, que lleva al amor, a la sensualidad. Y al final Bolívar termina en esa misma silla, en San Pedro Alejandrino, evocando a Manuela. No estás tú para cerrar mis ojos, dice el Libertador. Ahí expresa su gran amor a la vida, porque el que ama a la mujer, ama la vida.
Manuelita Sáenz siempre está presente…
Claro. Bolívar dice nunca fui fiel a tu carne sino a tu espíritu. Eso significa que Manuela era amante de la libertad, que estaba por encima de las convenciones sociales, que era apasionada, republicana y cómplice.
Así que el suyo no es un Bolívar derrotado…
Es un hombre preocupado por el bienestar social de las naciones liberadas por él. Es la antítesis del pater familias burgués, lo entregó todo pos sus ideales y un artista trágico. Y mi drama plasma eso: a un héroe que fracasa en la vida real pero que triunfa en la eternidad porque su espíritu sobrevive al fracaso.
¿Por qué dice que Bolívar fue un artista?
Porque tuvo grandes sueños creativos y se enfrentó como el Quijote a la realidad de la vida. Porque escribió cosas como ‘El delirio del Chimborazo’. Por su anhelo de unidad continental, por las dimensiones de su utopía política que pretendía hacerle contrapeso al expansionismo de Estados Unidos. Pero sus ilusiones se estrellaron con la realidad y la inabarcable geografía suramericana. Además, concibió mundos que no podían estar al alcance de sus circunstancias reales, aunque sí estaban al alcance de las dimensiones de su espíritu soñador.
¿A qué artista se parece Bolívar?
Yo comparo mucho a Bolívar con Modigliani. Era desmesurado en sus ambiciones artísticas. Nunca estaba satisfecho. Terminó arrojando a los canales de Verona su obra escultórica y los buzos estuvieron 30 años tratando de rescatar esas piezas que se perdieron para siempre en las aguas turbias de Verona. Y tenía una frase que decía “yo lloro con las lágrimas de aquéllos que no fueron capaces de alcanzar las estrellas”. Bolívar también era así, soñaba con una cosa históricamente imposible por miles de razones.
¿A qué responde su interés por el Libertador?
Es uno de los mitos que tiene Colombia. Y de su pensamiento se ha servido la izquierda, la derecha, los conservadores y los liberales. Porque desaparecido el de Bachué, quedó el de Bolívar. Además, todo el mundo ha crecido con el amor legendario de Bolívar y Manuelita, que es casi como Efraín y María, pero el de del Libertador es el máximo. Todo el mundo tiene un Bolívar en su cabeza y eso se presta para que se haya vuelto un ser mitológico. Pero también lo es porque era un huracán, un ser descomunal, cuyos sueños de gloria fueron más grandes de lo que la realidad puede otorgarle a un mortal.
Y, ¿esa hondura humana la encontró en la novela de Paz Otero?
Exactamente. Esa aproximación humana a Bolívar fue lo que me atrajo de la novela de Paz Otero ‘La agonía erótica de Bolívar, el amor y la muerte’. Encontré la oportunidad de representar lo que para mí equivalía a un melodrama épico. No hay que olvidar que Bolívar provenía de una de las familias más prestantes y acaudaladas de Caracas. Estuvo en la Corte Real española. Recorrió el mundo. Y a él no le interesaba lucrarse, lo que le importaba era la gloria.
Gloria que usted también pretende alcanzar como actor, ¿verdad?
Creo que uno de los aciertos del director Sandro Romero Rey, a quien yo busqué para que me dirigiera, consistió en que me indicó que entrara al escenario como Sebastián Ospina. El me dijo: entre usted como es, como sale a la calle todos los días, con su atuendo cotidiano y poco a poco, frente al público, usted va a mostrar a un actor que, utilizando elementos de Bolívar, va recreando unos episodios a partir de la memoria emotiva. Episodios evocados a veces por la música, otras por la iluminación, o por ambas cosas.
¿Ese concepto lo tranquilizó?
Sí, porque siempre se me ocurre hacer referencia a una poesía de García Lorca, que dice: “qué esfuerzo el de la mariposa por ser un caballo”. En este caso yo diría, qué esfuerzo el de Sebastián Ospina por ser Bolívar. Una tarea muy solemne, muy intimidante y uno podría creer que es muy pretencioso, cuando yo no le doy ni a los tobillos, a pesar de que soy el doble de alto.
¿Qué tan decisiva es la ironía en la obra?
El humor siempre surge de la condición trágica del hombre. El hombre necesita burlarse de sus problemas para no ser abatido por ellos. En ese sentido, mi búsqueda como actor radica en que en medio de la tragedia de Bolívar, de su lastimosa situación, de su enfermedad, mi personaje encuentre motivos para burlarse de sí mismo. Podría ser un personaje lamentable, pero no lo es. El humor no es el resultado de la tensionalidad que produce la puesta en escena, sino de la personalidad y el espíritu de Bolívar.
¿Cuál fue la clave para el desarrollo del monólogo?
Un siempre tiene que estar en situación. Ensayé dos horas diarias durante tres meses. El resto lo hacía el subconsciente. Si uno está tratando de ser Bolívar, pues no está en situación porque nadie trata de ser nada. Uno reacciona con los cinco sentidos. Y la memoria sensorial abarca los sentidos. Así que uno ve imaginariamente, huele imaginariamente, saborea imaginariamente, palpa imaginariamente. Uno como actor responde a estímulos imaginarios.
¿Cómo prepara su imaginación?
Uno como actor tiene que orientar, a través de la voluntad, su concentración, estimular su imaginación y preparar su cuerpo para que esté abierto, para que si uno dice: estoy viendo un eclipse, pues uno vea el eclipse y sencillamente reaccione. Uno responde a algo que no es real, eso es un estímulo imaginario. Y en eso consiste mi actuación.
¿En qué se parecen Bolívar y Ospina?
Nos parecemos en la capacidad de tener sueños descomunales, que sobrepasan los límites de la realidad. Otra similitud es el amor de Bolívar por las mujeres. Ahí me identifico con él. El era un personaje romántico y sensualista, era un gran conocedor de Quevedo y en la obra hay un homenaje al poeta. Y era terco como él solo, cuando se le metía algo en la cabeza no descansaba hasta conseguirlo. Yo soy igual, meto la cabeza por donde no cabe hasta que salgo al otro lado.
Y usted, ¿qué sueño tiene ahora?
Tengo deseos de hacer una película como ‘Lo que el viento se llevó’ y que tiene que ver con un amor extraordinario durante la Guerra de los Mil Días. Es un proyecto que ya va caminando y que algún día voy a hacer realidad. Va ser una superproducción como no se ha visto en Colombia.
Agonía también es una obra crítica…
Sin ser un discurso político, ahí se ve que desde la Independencia Colombia no ha dejado de ser una colcha de feudos y que nuestra sociedad pretende vivir a expensas del Estado y su mentalidad es ajena a la empresa privada.
¿Cuánto tiempo le va a dedicar a la obra y a dónde la piensa llevar?
Le voy a dedicar dos años y voy a recorrer Colombia, los países bolivarianos y me la pienso llevar a Europa.
¿Por qué ha dicho que Bolívar se encartó con usted?
Es verdad. Yo no me encarté con Bolívar. El se encartó conmigo. Porque yo estoy poniendo la cara por él. Yo estoy todas las noches ahí y tengo que, para hacerlo bien, basarme en lo que auténticamente yo soy y en lo que en mí hay de amor por la mujer, por la vida, por lo placeres, por las grandes metas, por las grandes empresas y las grandes batallas. Y entre más cuerdo y sano sea yo mejor interpreto a Bolívar.
¿Qué le dejó Agonía?
Que la aventura del arte nos ayuda a comprender la vida y a soportar la realidad.
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