Las Torres Gemelas de Oliver Stone

>Manifiesto sobre los valores de Estados Unidos.
>Emocionante historia de unos héroes anónimos.
>Y una visión del mundo que nos espera.
La historia contará que Las Torres Gemelas es la cinta más humana y compasiva de Oliver Stone, del que muchos sospechaban que su corazón hacía honor a su mineral apellido.
Faceta aquélla, la humana y compasiva, prácticamente desconocida en el veterano del Vietnam y que no salió bien librada durante el pasado Festival de Cine de Venecia, donde resultó abucheada y destrozada por una irreflexiva y caprichosa prensa cinematográfica mundial que a toda hora proclama su aversión a los sentimientos y a las lágrimas.
Una prensa que con frecuencia olvida que el cine es uno de los medios catárticos más fabulosos que existen. Y que por lo mismo está concebido para enternecer, sobresaltar, conmover, denunciar o en todo caso distraer a las masas y no solamente para solicitar el favor y el perdón del severo e ínclito juicio de los doctores de la santa madre crítica.
En todo caso, el rechazo es explicable por cuanto uno de los líderes de la oposición a la política internacional norteamericana cedió ante el horror de un ataque indiscriminado, aunque hasta cierto punto predecible y provocado. Feminoide, incluso, puede que le digan a este renovado y casi místico Oliver Stone, a quien sin duda la catástrofe del 11 de septiembre le sacudió hasta los tuétanos. Por lo menos así lo confirma la delirante imagen de Jesucristo ofreciéndole una botella de agua a uno de los policías atrapados bajo las ruinas de los edificios, quién sabe si inspirada por las Moradas de Santa Teresa de Jesús o Jesucristo Superestrella.
Probablemente no pocos esperaban un filme polémico, ideológico y que denunciara otra conspiración en marcha.
Tal vez algún día el mismo Stone esculpa la radiografía de Osama Bin Laden. Aunque para ello posiblemente pasará mucho tiempo y no faltará quien para entonces diga que Stone es uno de ellos, de los complotados y encubiertos discípulos del Alá sanguinario.
Tampoco faltará quien sostenga que la tragedia terrorista del 11 de septiembre acabó por ablandar al más contestatario y radical de los directores estadounidenses de los últimos tiempos, cuyos filmes le han abierto los ojos a millones de sus compatriotas con relación a la manera como Washington emplea su siniestro e inabarcable poder.
Al fin y al cabo, por la moviola de Stone han desfilado algunos de los acontecimientos y figuras más brillantes y oscuros de la vida reciente americana. Cómo olvidar Pelotón, Nixon y Los Doors.
Sin duda, Stone ha revisado a su manera una de las porciones más traumáticas y atrayentes de la potencia. Y nunca ha sido complaciente. Para él, la historia, como el cine, es el síntoma de la enfermedad de la humanidad.
Posiblemente otros críticos lo señalen de sensiblero y lacrimógeno porque su narración se centra en la odisea que sufrieron un par de policías portuarios de Nueva York, quienes sobrevivieron a la destrucción de los emblemáticos y arrogantes edificios de Manhattan. Pero de lo que jamás podrán acusar al enfant terrible de Hollywood es de apátrida, de sordo ante el silencio de los inocentes, de falto de alma para saber interpretar los grandes valores espirituales y la reserva moral de la nación de Jefferson y Lincoln.
Porque eso es lo que representa Las Torres Gemelas: el símbolo de los arrestos espirituales de un país religioso, orgulloso de su pasado, a pesar de sus gigantescos lunares, defensor de las libertades civiles, aunque muchas veces sus gobiernos se empeñen en conculcarlas, y abierto a las migraciones, no en balde uno de los protagonistas de la película, como en la vida real, es hijo de colombianos.
Por su puesto que Stone no nos ahorra el marino que antes de salir a incendiar a medio mundo como venganza por el ataque fanático, recorre los escombros de la Zona Cero y descubre a los entrampados héroes de la supervivencia.
Pero lo más curioso de todo esto es que el mismo Stone se ha preocupado por proclamar a los cuatro vientos que Las Torres Gemelas no es una película política y ahí es en donde está el sofisma porque como enseñaron los clásicos griegos: en la vida todo es política. Y esta nueva producción de este gringo admirador de Fidel Castro también lo es. Por lo que calla y sugiere, por lo que insinúa y oculta, por lo que señala sin levantar el puño.Y claro que es una historia sobre lo mejor de la condición humana y sobre lo mejor de los Estados Unidos: su pueblo: creyente, crédulo, patriota y unido ante las amenazas exteriores.
Pero también la cinta resulta una sindicación anti triunfalista, una advertencia de lo que puede sobrevenir si Washington prosigue en su locura de sojuzgar a quienes se interpongan en su camino. Claro, siempre y cuando sus contendores sean débiles.
Mirada desde otro nivel, subliminal, si se quiere, ‘Las Torres Gemelas’ es una parábola pacifista, cuyo lenguaje universal compartirán los espectadores de todas las latitudes de la tierra. Porque su contenido honra a las víctimas y a los desaparecidos de la catástrofe.
Una catástrofe que los buenos y laboriosos americanos no provocaron aunque recibieron los embates de un bumerang que se había demorado en regresar y que fue lanzado hace mucho tiempo por sus gobernantes, secuestrados unos por el Pentágono y las petroleras, otros revestidos de megalomanía mesiánica, también alimentada por la oficina de guerra y los magnates de la división para imperar sin discusión.
Doce horas estuvieron enterrados el sargento John McLoughlin y el policía colombiano Hill Jimeno. En ese mismo hoyo sigue confinada una humanidad en manos de los nuevos césares de la barbarie.
La política no entra en este juego, ha dicho Stone, pero su película habla de ideales, de propósitos superiores y de muy largo aliento, sin los cuales Estados Unidos y las naciones grandes no se hubieran convertido en lo que son.
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